Seguimos con el voluntariado y esta vez le ha tocado el turno a la Sierra de Irta. No la conocíamos. En realidad la cabra siempre tira al monte y en mi caso el monte lo buscaba en el interior de la província. Debo reconocer que iba un poco a regañadientes porque asociaba los pueblos de costa a turismo y montaña explotada por construcciones masivas de urbanizaciones y chalets. Es cierto que los pueblos en mi opinión están demasiado masificados y no me gustan. Algunas de sus montañas son ahora hormigón gris en su estado puro, pero he encontrado también un territorio muy virgen, lo que se conoce como Sierra de Irta. En realidad he venido enamorada de este lugar. Hay calas preciosas rodeadas de pinos que casi llegan a la misma orilla. Así era antes la costa, sin embargo se ha convertido en anormal lo que debería ser normal. Las playas de hoy son de ladrillo y descubrir que aún queda un lugar cerca de casa con semejante paisaje me ha emocionado de tal manera que ¡casi no puedo creerlo!. Ha sido todo un espectáculo ver el bosque dentro de la misma playa. Me ha llamado mucho la atención sobre todo la acumulación de conchas en la orilla,¡nunca habia visto tantas juntas!, el estado salvaje de las calas sin haber sufrido explotación alguna por la mano del hombre...realmente un lugar para volver, de esos que hacen soñar y así ando yo, en las nubes todavía. En las fotos podeis ver las conchas amontonadas en la orilla del mar, las olas romper, uno de los pinares que hay dentro de la cala Argilaga y mi cara de absoluta felicidad¿se puede pedir más?.
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